Versión con fondo blanco, para ojos sensibles

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2 de junio de 2011

Un instante en el mañana

Campos interminables sembrados de soja, trigo o girasol. Un reino verde, amplio, infinito. Atravesados por rutas grises, desiertas. Agrietadas por los años y olvidadas por las viejas máquinas que las transitaban.
Los sembradios nacen salvajes, mientras el viento los abanica en soledad en tanto el sol los hace crecer con la paciencia de la naturaleza.
Las aves sobrevuelan en silencio, alas desplegadas y mirada al horizonte. Son dueñas del cielo. Como los animales que pueblan el suelo firme, los ríos y mares, desconocen de los peligros que en el pasado acechaban a sus ancestros.
El tiempo ha dejado de existir como tal, pues ningún ser viviente se preocupa en contabilizarlo. Viejas estructuras delatan un ayer extinto, pero pasan desapercibidas. En algunos casos, los caudales de agua se han encargado de esconder las antiguas huellas.
Un puma se detiene en la orilla de un arroyo. Levanta la cabeza y ve pasar una bandada de patos. No sabe como se llaman ni que se trata de algo denominado bandada. En si, el lenguaje de tiempos anteriores, ya no puede ser interpretado.
Los seres conviven y sobreviven, según sus reglas. La vegetación se expande, en total libertad. El cielo se ensancha con la pureza de su aire, abriéndose en las noches para cautivar con aquellos puntos que destellan en la magnificencia de su dimensión.
En una montaña alejada, sobre una cordillera, se esconden del frío un grupo de hombres. Son los últimos sobrevivientes de una raza a punto de morir. Aún conocen el secreto del fuego, aunque han perdido muchos otros, como el del lenguaje y la inteligencia. Emiten sonidos guturales, como miles de años antes habían hecho sus antecesores. Pero tampoco lo saben. Y mucho menos, les importa.
Están aislados, alimentándose de las raíces de las últimas plantas que nacen en la región. No pueden bajar, ya no lo intentan. Los que están allí no saben la razón y no indagan. Hace tiempo que es así.
Y si quisieran hacerlo, los feroces mamíferos que custodian la montaña prohibida, terminarían con ellos. También estos animales desconocen el misterio que habita las alturas, solo saben por instinto que no deben permitir que ningún ser viviente descienda.
Y seguirá siendo así, hasta que todo termine.

13 comentarios:

Camilo dijo...

Sos de los que piensan que el hombre es parte de la naturaleza o es un ser independiente cuyas acciones son "artificiales"?
http://dibujoloqueveo.blogspot.com/

Netomancia dijo...

Camilo, no, ninguna de esas dos opciones. Como toda ficción, cuento una historia, en este caso apocalíptica en la que los animales, por instinto, no permiten a los últimos humanos bajar de la montaña. No saben por qué, eso lo intuimos nosotros. Son los humanos que llevaron a esa destrucción. Esa es mi lectura, claro. Pero como toda ficción, el cuento me deja de pertenecer ni bien llega a los lectores y cada lectura, cada apreciación, harán del texto, un relato nuevo.
Un abrazo!

Martha Barnes dijo...

¡No me extrañaría,que tu cuento no sea un "cuento" sino el más puro y venidero futuro! Un beso Martha

Natán dijo...

Muy lindo. Coincido con Martha, aunque espero que semejante futuro no esté a la vuelta de la esquina!

SIL dijo...

Es coherente aceptar a estas alturas y con todo lo que ya ha pasado ante nuestros ojos, que un mundo librado de seres humanos devastadores puede por fin SER en su plenitud.
Apostemos a los seres excepcionales que aún luchan por no destruirlo todo.
El texto es excelente.
Es una postal del Apocalypsis.

Un abrazo grande, Netuzz

SIL

Felipe R. Avila dijo...

Exelente!Es tal cual lo dice el título:"un instante en el mañana", como una foto de la situación.
El comienzo parece un largo traveling, una mirada que sobrevuela por sobre lo que queda en el mundo, y eso ya de entrada,me atrapó.
Sabés que amo la C.F.
y hay docenas de textos sobre los últimos hombres en el mundo.Este tuyo está a la altura de un Alfred Bester, de un Vonnegut, de un George Stewart...
¿Vio como soy? Le critico un cuento por largo ¡¡¡y después leo otro y lo pongo a la altura de estos monstruos de la Ciencia ficción que te podían escribir relatos de 200 páginas!!!
Seguí escribiendo,amigo, que nos hace muy bien leer tu imaginación hecha letra.

Felipe R. Avila dijo...

Perdon,exelente,no.
Quise poner
¡¡¡excelente!!!
es la hora del desayuno, che,me comí la "C"...perdóneme...

Marco dijo...

Apocalypsis Now!!!
Muy bueno... el remate justifica la descripción inicial.

WILDE dijo...

Que bueno adentrarse en esa comunidad "elevada".

Netomancia dijo...

Estimada Martha, prefiero acertar el Quini 6 que esta realidad ja. Gracias! Saludos!

Don Natán, muchas gracias. Ojalá equivocarme de acá a la China. Saludos!

Doña Sil, eso, apostemos, confiemos en que no llegaremos a tal extremo, nosotros y los animales. Gracias! Saludos!

Don Felipe, no intente quedar bien, por favor. Jajajaj. Che, muchas gracias, pero muy exageradas las comparaciones! Y sinceras gracias, como siempre. Un abrazo!

Don Calígula, gracias por pasar y comentar! Me hizo acordar que me falta agregar cierto link al costadelli ;) Un abrazo!

Don Wilde, otro pelotero por el blog, muchas gracias! Un abrazo!

Con tinta violeta dijo...

Pues yo creo que por una vez no lo tildaría de apocalíptico aun con todas las connotaciones que contiene, sino de un relato real. Creo que la creación tal y como fué concebida debió ser así...y el hombre uno mas entre aquella naturaleza tan magnífica...pero un día se pasó en su voracidad y en las ganas de dominar. Así que es justo lo que relatas, la naturaleza para SER, tuvo que acorralar al hombre y dejarlo donde no haga daño. El hombre no acabará así. Pero la naturaleza un día brillará como debe: de eso estoy segura.
Me gustaría decir que la factura del relato es fantástica (pero no quiero que me didas "pelota", ja,ja)
Besos!!!

Netomancia dijo...

Doña Tinta, muchas gracias! Hay un documental muy bien hecho que se llama "La tierra sin hombres", que habla de cómo la naturaleza vencerá las construcciones del hombre para reinar otra vez. Muy recomendable! Saludos!

Armin dijo...

Que buen relato!