Versión con fondo blanco, para ojos sensibles

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14 de junio de 2011

El argumento

Dos días antes, tan solo dos días antes, había ido con su editor para informarle que tenía una nueva idea para su próxima novela. Era fantástica, sublime. El mejor de sus argumentos. Pero no quiso adelantarle nada.
El hombre había quedado con las ganas de saber un poco más, pero cedió ante la insistencia del escritor. Sus primeros libros habían tenido un éxito medio, pero este, sería el que lo lanzaría definitivamente a la lista de grandes del género policial.
Dividía sus horas con la otra pasión: enseñar. Literatura, por supuesto. Los libros, la letra escrita, eran su vida, sus pasiones. Por eso también, en el campo de la educación, era un respetado profesor universitario.
Fue en el salón de clases principal, mientras aguardaba la entrega de los últimos trabajos prácticos que supo que debería tomar un camino poco agradable. Sus manos, manchadas habitualmente de tinta, se tornarían pronto en rojas, impregnadas con la sangre fresca de la muerte. Era inevitable, como el destino mismo.
Se trataba de uno de los primeros trabajos que le habían entregado. El título le llamó la atención. Pensó en lo indescifrable de las casualidades, los laberínticos hechos fortuitos que se agolpan en la mente de una persona ante diferentes instancias, en las probabilidades casi nulas de que aquel título, en la parte alta de la primer hoja, fuese el mismo que el que guardaba con recelo y entusiasmo en su cabeza, para darle nombre a su próximo escrito.
Sus ojos se desviaron ávidos al texto. La lectura sigilosa, fue marcando el ritmo de su corazón. Sus pupilas se agrietaron tras un tumulto de neblina, producto de la sorpresa y la comprensión. Aquello que tenía en sus manos, obra de un alumno, era obra del diablo mismo, porque de otra manera, no tenía explicación. Su idea, su genial argumento, estaba plasmado allí, delante de sus ojos, apuñalándolo con un amargo sabor a veneno.
Dos páginas le bastaron. Procuró mantener el semblante, no obstante, su cuerpo se retorcía interiormente, debatiéndose entre la bronca y la locura, mientras un sentimiento violento nacía con ansias impulsado por su corazón, desgarrado vilmente por aquel descubrimiento.
El joven debía morir. No podía ser de otra manera. Estaba escrito. El destino había puesto la misma idea en dos cabezas diferentes, cometiendo un error atroz, histórico. Jamás podría, de lo contrario, escribir aquella obra, sin que esa persona no lo denunciara por plagio. Tendría este, además, todo a su favor, dado que el, ni siquiera había comenzado a redactar un borrador. Nada. Ni anotaciones, ni apuntes. Todo estaba en su mente, bajo siete llaves. O creía que allí se encontraba con exclusividad.
Aguardó a que todos se retiraran. Cerró la puerta y la trabó con llave. Las cortinas cubrieron las ventanas, sumiendo al interior del salón en una oscuridad lúgubre y densa. Tomó el escrito y lo rompió en pedazos. No conforme, juntó cada parte del rompecabezas y lo arrojó al cesto de basura. Luego dejó caer en el un fósforo encendido.
El humo envolvió el recinto y pronto un celador golpeó a la puerta, alarmado por el humo que se escapaba, cual fantasma, por debajo de la puerta. Pero el profesor llevó tranquilidad, asumiendo un descuido. Sonrió, como solo sonríen quienes saben que deben matar. La existencia y la subsistencia a veces tienen un mismo semblante.
Ubicó su objetivo en las escalinatas del edificio. Lejanos nubarrones presagiaban una tormenta. El mismo sentimiento cobijaba su alma, pero a escondidas del mundo. Lo abordó con solemnidad, haciéndole saber que había leído parte de su trabajo y que le había gustado, algo que por supuesto, era cierto. Era su argumento, no había modo que no le gustara, no le estaba mintiendo. Si, en cambio, le mintió al invitarlo a tomar un café y hablar al respecto de esa idea.
Quizá el joven sospechó cuando lo tomó del brazo en la entrada de un callejón, o quizá, ni siquiera ese gesto fue suficiente para procesar, en los siguientes cinco segundos de vida, lo que estaba ocurriendo. El cuchillo de mango de plata que atesoraba en el cajón de su oficina y con el que solía abrir los sobres de la encomienda que le llegaba, penetró la carne, haciendo a un lado el alma.
Sintió un alivio difícil de describir. De pronto, la idea era solo suya, como debía ser. Qué haría ahora, con el cuerpo aún tibio, el cuchillo ensangrentado, las decenas de testigos que afirmarían que se retiró caminando de la universidad junto a la víctima.
Lo sabía bien, demasiado bien. Pues ese era el argumento de tan maravillosa idea. ¡Qué increíble que todo sucediera tal cual! El joven nunca lo vio venir, pero el si. Desde el momento que vio el título y sopesó cada palabra de esas dos hojas iniciales. El argumento había cobrado vida y solo el, su creador, podía confabularse con el destino para escapar de los investigadores, las pistas y el irremediable confinamiento carcelario que le correspondería por ley.
Al fin de cuentas, era una historia maravillosa, como nunca antes había escrito y quizá, por seguridad, nunca terminaría escribiendo. Tal cual ocurría, en su argumento. Aquel guardado bajo siete llaves, en su cabeza.

11 comentarios:

Mixha Zizek dijo...

Me gusta mucho esta historia. Como a vces sucede como un deyabú mental que muchas personas ( y me incluyo) decimos yo tuve ya esa idea pero lo lees en algún sitio. Me encanta como presentas al personaje frente al crimen, como respuesta de salvar su deseo su meta su libro y por último su egoísmo porque el no lo había escrito aún, se le adelantaron. Me gusta ese halo de novela negra que tiene el texto, buenísimo, besos

Camilo dijo...

Netomancia, no deja de sorpenderme su capacidad inventiva. Es increíble la velocidad con la que su creatividad debe trabajar. En tan pocos días publica tantas historias y nunca he leído una que parezca forzada. Por el contrario parece como si puliera la idea por días antes de sentarse a escribirla. Y este caso no es la excepción. Muy buena historia.
http://idasueltas.blogspot.com/

SIL dijo...

Genial como plasmaste la cerrazón y la prioridad de atesorar esa idea a cualquier costo.

Detrás de una ficción por la duplicación de una obra cumbre y del extremo en una conducta, se ve acá el perfil muchas veces común de un artista obsesivo.

Abrazo inmenso

SIL

Netomancia dijo...

Doña Mixha, muchas gracias. La idea de un escritor contrariado por saber su argumento expuesto y a su vez, encerrar ese cuadro en el argumento mismo fue un atractivo muy irresistible a la hora de escribir. Saludos!

Don Camilo, muchas gracias, muchos elogios juntos ja. A veces si, una idea viene y está un tiempo, pero lo que ve en este blog, casi siempre se escribe al instante y la trama va sola hasta el final, lugar donde el relato y quién escribe descubren el desenlace. Un abrazo!

Doña Sil, detrás ese miedo recurrente sobre las ideas, el temor a que si es buena, aparezca en otro lado. Justamente el sábado estuve en una charla al respecto y no me acordaba de este relato ja. Gracias! Saludos!

Con tinta violeta dijo...

Genial la combinación de escritor, profesor y psicópata...Me gusta!
Besos!

Calavera dijo...

Genial el relato, Neto!!! :D

Me recordó un poco a la Ventana Secreta, de Stephen King. ;)

Marco dijo...

Muy bueno!!

Iba a darte un par de ideas al respecto pero mejor me las guardo (?).

Repito: muy bueno!

mariarosa dijo...

Que buena historia.

Hasta podría ser el comienzo de una novela....
Felicitaciones Neto, te dejo un hurra y mi aplauso.

mariarosa

Martha Barnes dijo...

¡Qué historia impresionante!¡Muy buena ,Neto! Un beso Martha

Netomancia dijo...

Doña Tinta, vio, hice un combo! Muchas gracias! Saludos!

Don Calavera, muchas gracias. Bueno, flor de recuerdo le trajo!!! Un abrazo!

Don Calígula, a ver, qué ideas (ya tengo el cuchillo preparado ejem). Un abrazo!

Doña Mariarosa, muchas gracias. Bueno, en caso de arrancar una, ya que con cuál idea. Saludos!

Estimada Martha, gracias por el comentario! Siempre una alegría tenerla por acá. Saludos!

Harold Diaz dijo...

Precioso, no pude parar hasta la última palabra.

Saludos!