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2 de febrero de 2011

Sangre

La verdadera esencia de la sangre radica en todo aquello que no muestra. En un crimen, por ejemplo, solo deja verse marchita, como un símbolo de lo trágico. Añoramos, al verla desparramada sobre o al costado de la víctima, conocer esos instantes precisos que indujeron su presencia en la escena.
El carmesí brinda fuerza a la catástrofe. No nos impacta lo mismo un asesinato con sangre que uno sin. Y tampoco provoca el deseo ferviente por parte de los investigadores policiales de atrapar al delincuente en los casos en donde la roja sustancia brilla por su ausencia. En cambio, cuando la misma tiñe el hecho vandálico, exacerba el espíritu de justicia.
Y para el que sostiene el puñal o blande el revólver sin piedad, la sangre le asegura el éxito, le hace saber que ha logrado su cometido, que la víctima está sufriendo. La artería rebanada es un grito de euforia dentro del malviviente, un grito silencioso que nace desde las tripas y sucumbe entre oscuros pensamientos. Lo mismo que las manchas en la pared, esas gotas que se amontonan en forma veloz y desprolijas, sin sentido de la estética y la simetría.
La sangre representa más de lo que creemos, históricamente, religiosamente, humanamente. Impresiona, asusta, asombra, reprime, silencia, abruma, duele, hiere, sofoca, induce, desvanece. Nos reduce, nos levanta, nos recuerda lo que somos, es una credencial de la mortalidad, un certificado de vida. Es por lo que es y por lo que puede llegar a ser. Es por presencia y por ausencia.
Y además de consecuencia, es causa. De mi fobia, por ejemplo, a las agujas. Si no fuera por esa necesidad insulsa de necesitar sangre de mis venas, no vería esa plateada y delgada línea de centro hueco que desciende como un vampiro sediento hasta mi brazo con el único deseo de hacer daño y robar de mi, ese líquido que me alimenta.
Por eso te siento maldita, roja sangre, que tienes tanto por contar y no lo haces. Provocativa y sensual, te paseas sin prisa en nosotros, sabiendo que eres Dios y al mismo tiempo, Demonio. De noche, en el silencio, aunque no lo creas escucho tu risa burlona y atrevida.
A veces me pregunto, que esperas de mí. Y sin saber el por qué, no dejo de pensar en un cuchillo o una insignificante gillete.

7 comentarios:

SIL dijo...

Se está gestando un asesino, del que pronto tendremos noticias.

Esta frase es sublime Netuzz:

La sangre nos recuerda lo que somos, es una credencial de la mortalidad.

:)

Muy bueno.
Abrazo inmenso

SIL

Con tinta violeta dijo...

Aisss, que horror. Una reflexión sobre la sangre directamente de la mente del asesino!
Muy bueno!
Abrazos!!!

Felipe R. Avila dijo...

Excelente!
Yo cambiaría la última palabra "Gillete" que es marca por "hojita de afeitar".
¿te parece?

Don Belce dijo...

Mente de asasssino!
Neto, ud ama la sangre fluyendo fuera del cuerpo, y si es ud el responsable de las heridas mejor, me da miedito conocerlo!

oenlao dijo...

Estaba por comentar algo pero unas gostas de sangre cayeron del techo al teclado...

Netomancia dijo...

Doña Sil, esperemos no matar a nadie! Saludos!

Doña Tinta, todos tenemos un asesino dentro ¿? Jajaja. Saludos!

Don Felipe, y que hago con el dinero que me depositaron en la cuenta bancaria??? Jaja. Un abrazo!

Don Sergio, no se crea, nací un 18 y odio ir a sacarme sangre. Lo de aguja del relato es por mi jaja. Saludos!

Don Oenlao, eso es común en este blog, le advierto que entre con paraguas ja. Gracias por visitarlo! Un abrazo.

Carla Kowalski dijo...

Fuerte, intenso...
Muy interesante este relato.