Versión con fondo blanco, para ojos sensibles

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17 de diciembre de 2010

Los días eternos de la soledad

Acomodó las mesas según su gusto y sobre las mismas fue dejando el material de escritura. Colocó las sillas suficientes, cuidando que en ninguna mesa el número fuera desigual.
Consultó su reloj, como hacía cada diez minutos desde que se había levantado. La mañana ahora se le antojaba lejana, como de un ayer distante. Faltaba poco. Buscó un espejo para mirarse otra vez. Se acomodó el cabello, el cuello del vestido y limpió el armazón de sus anteojos.
Se dirigió hasta una habitación contigua y se sentó al lado del teléfono. Extrajo de un bolso blanco una pequeña libreta y la abrió en la primera página. Levantó el tubo del teléfono y llamó al primer contacto de la libreta.
Una vez que le contestaron, le recordó a la persona que atendió que lo esperaba en la reunión. Sonreía a medida que articulaba las palabras. Venía haciendo lo mismo todos los días, desde hacía una semana. Cortó. Buscó el segundo número y lo trasladó al teléfono. Otra voz, el mismo mensaje.
Entre llamado y llamado, miraba el reloj. Los nervios parecían consumirla, pero no abandonaba el gesto sonriente, como si esa sola actitud la relajara. Cuando finalizó de telefonear, había pasado una hora desde que había tomado asiento en aquel lugar.
Volvió donde estaban las mesas. Otra vez se arregló delante del espejo y consultó de nuevo la hora. Estaban por comenzar a llegar. Fue hasta la puerta y espió hacia fuera, por un pequeño ventanal que la misma tenía en un lateral.
Caminó hasta la mesa más cercana y volvió a acomodar las sillas. Recordó los refrescos y corriendo fue hasta la cocina. Abrió la heladera y tocó las botellas. Estaban frías. Respiró aliviada. Entre tanto trajín, no recordaba si las había dejado afuera o llevado al refrigerador.
Regresó hasta la puerta. Las agujas del reloj anunciaban la hora esperada. Volvió a espiar hacia la calle. Aún no llegaba nadie. Dudó entre abrir la puerta y dejar libre el paso, para que a medida que llegaran, fueran entrando, o mantener cerrada la misma y como atenta anfitriona, abrir a cada uno que arribara.
Observó enarcando las cejas el pequeño reloj de pulsera. Ya había pasado un minuto del horario anunciado. Abrió la puerta y salió a la calle. Miró hacia un lado de la avenida y luego al otro. Los coches avanzaban sin dar señales de querer estacionar en esa cuadra.
¿Habrían confundido el lugar de la reunión? ¿O quizá el horario? Se metió dentro de la casa. Fue hasta el teléfono. Buscó otra vez la libreta. La abrió como antes en la primera página. No había ningún número anotado. Se quedó tiesa, observando el papel en blanco. Volteó la hoja y en el pliego siguiente el vacío daba continuidad a lo visto con anterioridad. Su corazón se aceleró, pasó con velocidad página tras página. Nada, absolutamente nada.
Dejó caer el bolso. Se puso de pie, pero las piernas le temblaban. Salió del cuarto y fue hasta las mesas. Allí estaban, pero no inmaculadas como antes. Las telarañas colgaban por todas partes y se enmarañaban en las patas. Las sillas, cubiertas de polvo, también eran una exhibición del arte de las arañas.
Se llevó las manos al corazón, sentía que le faltaba el aire. La sequedad en la garganta era fatal. Se dirigió al espejo y el reflejo cruel que devolvió, terminó por desmoronarla: las arrugas, el cabello gris y las ojeras interminables.
La espera se había hecho eterna.
Se miró las manos temblorosas y repleta de manchas, sabiéndose anciana. No sabía si podía fiarse de su memoria, pero por lo que veía alrededor, esperaba a alguien. Se acercó con esfuerzo hasta una de las sillas y allí se dejó caer.
Por alguna razón no sacó su vista de la puerta. De todos modos, nadie tocó a la misma. Miró su reloj por última vez. Las agujas ya no marchaban.
Supo que sería en vano darle cuerda.
Y cerró los ojos, en soledad.

11 comentarios:

Nicotina dijo...

Que bueno Neto, que bueno... Veo que te copaste con las viejas solitarias, pero a esta le amaneció la locura, y creó un lugar acogedor hasta que la irrumpió la realidad, que feo, la estaba pasando bien a pesar de su impaciencia.. Se vemo pronto se vemo.. Abrazo!

SIL dijo...

A veces se nos pasa la vida así. Esperando.
Y cuando caemos en la cuenta, es tarde.
No sigo porque debiera firmar ¨Penélope¨.
Es magnífica la historia. El momento del descubrimiento espantoso se contagia al lector, Netito.

TKMucho

SIL

Anónimo dijo...

eso es lo malo de la realidad, siempre viene a cortarte el buen rollo....
espectacularitus! jaja
abrazos!

La Novia dijo...

Enganchado con las ancianas solitarias????

La espera infructuosa deja a mucha gente amarga, solitaria y marchita...

Muy bien descripto, me encantó!!

Besote

Con tinta violeta dijo...

He disfrutado leyendo el cuento. Y me ha impresionado. Sobre todo por la forma de manejar el tiempo y a partir de la mitad ir deshaciendo poco a poco hasta descubrir el...¿final?
Te picó el tema de la soledad...
Por cierto, felicidades por la publicación en "tintas"...¡bonito nombre! ¡Como el mío!, pero en plural, que sabe a más...ja,ja.
Besos!!!

Mariela Torres dijo...

Excelente relato. Me conmovió mucho, lo sentí un poco angustiante, y bello.

Saludos.

Felipe R. Avila dijo...

Felicitaciones!
Por el cuento y por la publicación!

Carla Kowalski dijo...

Que triste Neto... porqué no fueron???
Que cruel!

mariarosa dijo...

¡Waww....!

Cayó en la cuenta de que su vida fue una espera, que buenísima historia.
Neto mis felicitaciones, quedé sin palabras al llegar al final.

Un beso.

mariarosa

Netomancia dijo...

Don Nico, en realidad no me di cuenta que escribí dos cuentos seguidos con un persona similar ja. Un abrazo!

Doña Sil, muchas gracias. Era el momento más difícil para narrar, pero salió. Saludos!

Don Diego, a la realidad es mejor escaparle. Un abrazo!

Doña Novia Burtoniana, me alegro! Gracias!!!

Doña Tinta, muchas gracias! Si, que coincidencia el nombre! Acá es en plural y sin color ja. Saludos!

Doña Mariela, se agradece. Es bueno saber que un relato llega profundo en otra persona. Saludos!

Don Felipe, gracias por dos entonces!!! Abrazo!

Ricardo, gracias, igualmente!

Carlita, el tema en realidad es otro, si fueron, o si faltaron, fue mucho tiempo antes. El relato más que nada narra el hecho de la espera y cuánto nos puede confundir. Saludos!

Doña Mariarosa, eso, exactamente! Muchas gracias! Saludos!!!

Carla Kowalski dijo...

si, entendi lo de la espera, pero también me conmovió el momento en que ellos no fueron... en el pasado
Asi viendolo desde afuera de la metáfora.

Ahora, como metáfora esta muy bien planteada el tema de la espera.