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27 de diciembre de 2010

Carrusel de recuerdos

De mi infancia tengo recuerdos borrosos. Cuando pienso en aquellos años, las imágenes saltan de un lugar a otro, como si se disparara una ruleta gigante y jamás se quedara quieta.
Mi psiquiatra me ha dicho que solo el tiempo puede canalizar aquello que creemos, son heridas abiertas. He intentado pensar en ello. La paciencia no es mi punto fuerte. En parte, podría afirmar, la falta de esta, es la que inició todo.
De los pocos recuerdos que se mantienen y que me asaltan por las noches muy de vez en cuando, está la noche en la que aguardábamos con mis hermanos más pequeños que llegara mamá del trabajo. Los tres a la mesa, habíamos terminado de hacer los deberes y con una responsabilidad admirable, habíamos desocupado el sitio, para que cuando mamá llegara, colocara los platos y nos preparada la cena.
Pero según las manecillas del reloj de pared, ya tendría que haber llegado para entonces. Es nítido en mi mente, aún a pesar de los años, el sonido de los pasos delante de la puerta del frente de casa. Ansiosos, corrimos a recibir a mamá. Sin embargo, al abrirse la puerta, fue el hombre que entonces nos visitaba de tanto en tanto y al que le decíamos papá, el que entró a la casa.
Su rostro parecía desencajado. El cabello revuelto no le daba mejor aspecto. Retrocedimos, asustados. Nos calmó la presencia de dos policías fuera de casa, asomados por la puerta, observando lo que estaba por producirse.
Aquel hombre, papá, nos dijo muy angustiado que mamá se había ido al cielo. La idea en ese momento nos resultaba poco entendible, pero sabíamos lo que significa ello. No la veríamos más. Rompimos a llorar los tres, casi por compromiso. El sujeto nos abrazó, aunque ya nada podía revertir la situación.
Desde entonces, los recuerdos que vagamente se cruzan en mi mente, tienen que ver con ese hombre viviendo con nosotros. No podría aseverar si era o no nuestro padre real, pero así lo llamábamos y en la medida que pudo, intentó ayudarnos con nuestras cosas. De pronto en casa hubo un auto, un televisor nuevo y otra mujer.
Con ella la situación era diferente. Nos trataba mal y nosotros a ella. Aunque debíamos cuidarnos, porque si le hacíamos algo, papá no solo nos retaba, sino que nos ponía en penitencia.
Había una caja, en lo alto de un armario. Ese es otro de los recuerdos fijos que me quedan de entonces. Y quizá el más perturbador, el que marca mi vida. Qué es, le preguntaba a papá y siempre la respuesta era un gruñido y una mirada tan feroz como sentenciadora: "Esa caja no se toca".
La mujer, la que llegó después de mamá, de la que no recuerdo el nombre, dejó de vivir con nosotros. No se muy bien cuánto estuvo y cuándo se fue. Pero el día que papá me descubrió abriendo la caja, ella ya no estaba.
De eso estoy seguro, porque su cabeza era una de las dos que había dentro de la caja. La otra era una calavera con jirones de carne aún colgando y restos de una cabellera larga y rubia, casi como la de mamá.
No recuerdo bien que pasó luego, solo se que papá me castigó y durante mucho tiempo no vi la luz. A veces pienso en esos tiempos, como los años del sótano, quizá porque lo poco que tengo en memoria tiene que ver con un sótano. Papá me sacó a la rastra de ese lugar una eternidad después. Tras la oscuridad, no tengo recuerdos sobre mis hermanos. Nunca supe que fue de ellos.
Viví con papá unos años, pero en algún momento ya no volvió a casa. Entonces fue que llegaron los doctores y me llevaron a aquel enorme edificio, donde tuve cama y comida, y mucha soledad.
Hay días que creo entender la forma de ensamblar cada recuerdo, como si se tratase de un enorme rompecabezas, pero como dice mi psiquiatra, no soy muy inteligente y entonces mis pensamientos se dispersan. Muchas cosas siguen siendo un misterio.
Y si bien el doctor me pide que preste mucha atención a mis sueños, no entiendo la relación de estos con lo que me pasó.
Si así fuese, tendría importancia ese cuchillo que en los sueños tengo en mi poder, ese afilado y de hoja larga que en casa se usaba solamente para cortan la carne, el mismo que veo en mis pequeñas manos, prestos a rebanarle el cuello a mamá y luego a esa otra señora de la que no recuerdo el nombre.

12 comentarios:

SIL dijo...

Ayyyyyyyyyyy Dió...


Te felicito, Netuzz, sos un grande.
:)

Yop

Con tinta violeta dijo...

Fantástico Neto...estos cuentos deliciosamente terroríficos son admirables. Este me gustó particularmente. Me recuerda las historias de Hitchcock...
solo un comentario: yo hubiera puesto el punto final en "en mis pequeñas manos." Creo que no hace falta explicar mas...bastante con el escalofrío que produce...Pero vaya, es una opinión...tu eres la calaverita asesina, y tienes mas experiencia, ja,ja,ja.
Besos!!!

Con tinta violeta dijo...

Se me olvidaba!
Muy buena la carta a papá noel, en la publicación de la web, cuentos y mas, ja,ja. Apuesto a que el gordito de rojo, pone mas cuidado al pasar por casa de esa "tierna criatura", ja,ja.
Abrazos!!!

Felipe R. Avila dijo...

Uh, qué cuento terrible, pero me encantó!

Suelo coincidir con doña tinta pero acá si me permiten discreparé un poquito: creo que si corta el cuento ahí podemos pensar todavía que el "papá" es el asesino.Con los últimos dos renglones me queda claro que fue él.

Yo me sorprendí de la naturaleza asesina del relator recién ahí, porque antes, lo hacía como un hombre que fue niño perturbado quizas por ver la muerte de la madre,etc.
Pero nunca se me ocurrió que era él el criminal.
Brutal y excelente relato Netomancia.
Pobre el "papá", andá a saber adonde llevó a los hermanitos para salvarlos del pequeño asesino...

mariarosa dijo...

¡¡De terror!!

muy buena historia Neto, deja un un sabor triste, al pensar en esos chicos. Luego en el final ... estremece!!!

Mi saludo y el deseo de un Año 2011 pleno, con mucha inspiración y que las musas te acompañen.

Besitos.

mariarosa

Anónimo dijo...

Uau, excelente relato, muy bien contado y ni hablar de la atmósfera conseguida. Felicitaciones.

Saludos

SIL dijo...

Debo agregar, porque corresponde, que aunque no suelo estar de acuerdo con Felipe
- aunque lo re-re-quiero- :) coincido con él hoy, en virtud de que yo no caí que el pibe era el asesino y acusé al padre, hasta la frase última.
Es tan horrible pensarlo, que uno lo descarta hasta que el final lacera, sentencia, y ya resulta imposible evadir la verdad.

DIXIT

Carla Kowalski dijo...

Ay Neto! Increible... Mientras lo leía tenía una mano en la boca, como con sorpresa... y a la vez preocupación...
Esta muy bien armado el cuento.
Te felicito!

Netomancia dijo...

Doña Sil, le dio escalofríos? Ja. Muchas gracias! Saludos!

Doña Tinta, muchas gracias. En cuanto al final, creo que poniendo el punto donde usted dice, quedaría abierto y la idea era dejar en claro la culpabilidad. Gracias por lo de la carta, es un aporte para la querida gente de "Cuento y más". Saludos!

Don Felipe, muchas gracias, es cierto, una historia brutal, cuya idea desorientar con el final, porque la idea era hacer creer que el malo del relato era el padre. No coincide con Sil, no coincide con Doña Tinta... Felipe, qué le está pasando! Jaja. Un abrazo.

Doña Mariarosa, muchas gracias. Si, es exactamente lo que buscaba lograr. Felicidades para usted también! Saludos!

Don Horacio, se agradecen sus palabras! Saludos!

Doña Sil, una coincidencia! Esto es para enmarcar!!! Ja.

Carla, muchas gracias! Espero que no la taparas para contener la risa jaja. Saludos!

Carla Kowalski dijo...

No para nada Neto... era porque no podia creer lo que leía!!!!! Excelente por cierto...

En mi blog, deje una publicación sobre unas editoriales donde te publican sin pagar por ello, fijate quizás te interese.
Besos!

Netomancia dijo...

Gracias Carla, estaré visitando las editoriales!!

Felipe R. Avila dijo...

Carla, si puede deje también direcciones de editoriales que paguen,eh.