Versión con fondo blanco, para ojos sensibles

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27 de agosto de 2010

Las sendas químicas (parte II)

Conducir el jeep bajo la noche estrellada era un bálsamo ilusorio, pero lo arrebataba de sus pensamientos cotidianos. La brisa movía todo su ser y mientras las ruedas avanzaban aplastando la grava a su paso, el corazón latía deprisa, inquieto, como expectante de que algo sucediera, algo milagroso, poético, divino.
Pero nunca nada sucedía y entonces las lágrimas surcaban sus mejillas, en tanto el horizonte comenzaba a clarear con sus matices tan hermosos, cargados de colores y emociones, las mismas que le contagiaban y que se sumaban a su llanto silencioso de cada amanecer.
Entonces detenía el vehículo, muy cerca de unas colinas y tras limpiar su rostro de todo vestigio de dolor, buscaba en su mochila los prismáticos y se apostaba para observar. Rodeado de soledad y recuerdos, de un deseo indescriptible de alcanzar algún tipo de respuesta con lo que estaba haciendo, se abandonaba a la espera, que era siempre cauta y paciente, casi un arte.
La recompensa llegaba tarde o temprano. El cielo se dividía, el misterioso avión sin bandera ni insignia lo partía al medio con la columna blanca que dejaba atrás para perderse de vista, dejando sin embargo esa estela extraña que no se esfumaba como las que recordaba de chico, sino que permanecía allí, como a la espera de algo. Otros aviones hacían lo mismo y las líneas se trazaban perpendiculares, oblicuas, transversales e incluso, a veces, hasta en espiral. Y cuando creía que lo había visto todo, entonces el sol le deparaba ese espectáculo singular de sus rayos atravesando el blanco de las sendas dejadas por las máquinas voladoras tornando la luz solar en efectos iridiscentes, como si de un arco iris se tratase.
Hacía ocho largos años que estudiaba el fenómeno, desde la muerte de Jazmín. Se culpaba de que su obsesión se hubiese llevado también a Amanda, pero sabía que no era así. Que justamente era aquello que observaba lo que le había arrebatado a los dos seres que más amaba en la vida.
Atrás en el tiempo estaba esa época en su vida en la que se dedicaba a trabajar para vivir. Ahora vivía para un fin mayor. Y ese fin era alcanzar la verdad.

Quizá Donsantis sabía que todo se volvería patas para arriba mucho antes de que sucediera, sin embargo, es probable, que no pudiera identificar esa sensación hasta que aquello ocurrió.
Si alguien le preguntase, recordaría muy vagamente que le pasó el llamado a Estevez y que luego este se mantuvo al teléfono al menos por quince minutos. Eso si lo recordaría, pues en tanto sacó al aire dos tandas publicitarias, un tema de Bon Jovi y otro de Queen.
El rostro de Estevez no era el de siempre, aquel despreocupado y resignado con el que encaraba cada programa. Tras colgar el tubo su mirada parecía perdida y la boca algo entre abierta. Incluso al querer hablar estando al aire, le costó hilvanar las primeras dos frases.
El operador se lo achacó a las cervezas de más que se tomaron con el almuerzo, aunque para entonces el efecto tendría que haber pasado. Fue cuando escuchó por el retorno que tenía dentro de la sala de control que Estevez decía "tengo algo para contarles" que sus ojos se posaron en los de su compañero.
Puede que haya sido el tono con el que lo dijo o una premonición, pero allí esa sensación, vaga, es cierto, pero sensación al fin, se hizo realidad. Fue como ver transformarse una piedra inmóvil en un monstruo de dos cabezas, cien veces el tamaño de la piedra.
Estevez escupió las palabras, no las dijo. Unas tras otras, hilvanando un argumento tan tenebroso como posible. ¿Era aquello una historia que se estaba inventando? ¿Estaba intentando llamar la atención? Pero al hablar se le notaba la lividez en el rostro, el temblequeo en las manos, el ardor en cada acento, la pausa agitada en cada coma. El silencio de muerte en cada punto y aparte.
Aquel discurso duró diez minutos, pero fue tan convincente, tan real, tan dramático, que dicho lapso fue suficiente para reprocharse una vida. El teléfono comenzó a sonar ni bien se agotaron las palabras. Sonaba y sonaba, pero nadie se movía. Estevez inmóvil, detrás del micrófono. Donsantis como una estatua, del otro lado del vidrio. ¿Era un cuento lo que había escuchado? No lo creía así y sin embargo, algo le decía que en esos diez minutos, el mundo había cambiado. Al menos, el mundo inmediato, el que no se atrevía mirar ahora por la ventana.

Viajaban en silencio, en la incomodidad de la mentira. Andrés miraba las luminarias de la avenida y se imaginaba en el mismo mundo dentro de unos pocos años, pero un sentimiento de angustia le atravesaba el pecho y hasta le dificultaba respirar.
- Enrique - dijo finalmente .- Y si filtramos la información, ponemos en conocimiento a la gente.
- Andrés, te imaginás lo que sería eso. El pánico que generaría. Sería peor eso, que la ignorancia.
- Pero no podemos permitirlo.
- Es cierto, no podemos. Como tampoco podemos hacer nada.
- ¿Sabés qué Enrique? Cuando los escuchaba discutir en medio de la videoconferencia, me preguntaba mentalmente en qué momento nos desviamos en nuestra misión y cuándo nos convertimos en los cómplices que somos hoy por hoy.
- De qué te sirve hacerte mala sangre Andrés, vos decís cómplices, pero no se hasta que punto. Hace un año que sabemos a medias lo que realmente sucede e incluso así, tenemos nuestras dudas. Es verdad, los informes que presentaron esta tarde son contundentes, quizá inesperados. Pero no podemos negarle cabida a la duda. Caso contrario, no seríamos científicos.
- Allá en el observatorio tuve la certeza de que la cagamos. Que podríamos haber cambiado el mundo y sin embargo, nos dejamos engañar.
- Si te sirve de algo, con el doble de tu edad o más quizá, tengo la misma sensación y me duele reconocerlo. Aún hay unos años, preparémonos.
Andrés sonrió desde el lado del acompañante.
- ¿Algo de música? - preguntó estirando la mano hacia el estéreo.
- Si, por favor - contestó también con una sonrisa, Enrique.
Los leds azules del equipo de audio se encendieron, los números mostraron una frecuencia y los parlantes dejaron escuchar la voz armoniosa y grave de un locutor:
- Tengo algo que contarles - afirmó la radio.

Benjamín corría más rápido que el Oreja, pero sentía que el pecho le iba a estallar. El Oreja en cambio había caído de rodillas delante de un charco de agua, jadeaba con dificultad y se había llevado una mano al cuello.
Benja notó que su amigo se había quedado atrás, casi a cincuenta metros. Volvió sus pasos corriendo y se arrodilló al lado del Oreja.
- Vamos Oreja, debe faltar un kilómetro para salir del bosque, el hospital está ahí nomás. Ponete de pie, que vos podés.
Su amigo estaba llorando, pero en silencio. Sentía que no podía respirar. Benjamín intentó erguirlo, pero no tenía las fuerzas suficientes. Se alejó corriendo con la idea de ir en busca de ayuda, pero a los treinta metros se asustó, no quería dejar solo a su amigo. Volvió junto a él. El Oreja era un solo quejido, apenas un sonido sibilante.
Cinco minutos más tarde, estaba muerto. Benja se apartó al darse cuenta y girando hacia el lado opuesto, vomitó completo el desayuno. Notó la sangre en su boca. Aquello no era solo el asco de lo que estaba presenciando. Era la confirmación de que también estaba enfermo.
Sobre su cabeza, las líneas blancas trazaban la forma de una estrella.

- Senador, creo que lo ideal sería hablar ahora con el presidente o...
- Filiberti, por favor, dejemos eso para más tarde.
- Es por su bien senador, es su firma la que apañó todo esto en el país hace diez años.
- Cree que no lo se. Nunca imaginé esto.
- Podría intentar para ganar tiempo hablar con sus pares extranjeros, para pedir consejo de como proceder...
- Filiberti, concédame cinco minutos por favor. ¿Puede ser?
El asistente salió del despacho, sin chistar.
El senador volteó su silla en dirección al ventanal que daba al río. La imponente vista del edificio era suficiente para relajar a una persona en la situación más tensa. Sin embargo, no estaba sucediendo en esta oportunidad. Es que aquella situación era única, decisiva, conclusiva.
Poniéndose de pie se dirigió hasta la ventana y apoyó la frente sobre la fría superficie. Cerró los ojos y se imaginó cayendo a lo largo de esos quince pisos. Se imaginó como una hoja descendiendo de un árbol, como una pluma desprendiéndose de un pájaro. Se imaginó libre.
En la oficina contigua Filiberti hacía una llamada anónima a una popular radio de la ciudad, el senador lo ignoraba. Tampoco le hubiese importado. Su único deseo era huir. Tomó la silla y la arrojó contra el ventanal. El cristal saltó para todas partes y la silla siguió su rumbo por los aires, esparciendo vidrios en una escena impactante. Esperó que su asistente entrara raudo por la puerta, pero no ocurrió así, seguramente absorto con alguna otra tarea. Aprovechó esa ausencia. Se encaramó sobre el marco de la ventana, ahora destruida y casi con sorna le sonrió al cielo celeste y a sus líneas blancas, que graciosamente parecían saludarlo en el mismo momento en que se dejaba caer hacia la muerte, que lo esperaba quince pisos más abajo, con tan solo el remordimiento como excusa.


Continuará...

10 comentarios:

Con tinta violeta dijo...

Uf, vaya con la trama. Nos estás poniendo un nudo e la garganta, muchacho. La historia está fantástica. Dejas un montón de preguntas sin responder, así que esperamos la siguiente...¡pronto!
Abrazos!!!

PD: veo que no soy la única a la que la publicación programada le juega malas pasadas...lo digo por la IV entrega que apareció y desapareció, ja,ja. Tendremos paciencia.

Netomancia dijo...

Me declaro culpable doña Tinta, me equivoqué en la fecha, le puse mes 08 en lugar de mes 09 y cuando quise cambiarlo, me la publicó el hijo de una gran blogger. El IV es el final, al menos sabe que la acabo de terminar de escribir ja!
Y muchas de las ideas que toman forma en estas dos primeras entregas, verán su desenlace a partir de la próxima entrega.

Saludos y gracias! Y si leyó algo de la IV, no le comente a nadie jaja!

SIL dijo...

VOS SABÉS QUE YO PENSÉ QUE JUGABAS TIPO PRECUELA A EXPONER PRIMERO LA CUARTA, después me di cuenta que no. :)

Ésto se está poniendo re genial diría mi nene !!

El argumento es digno de que Jolibud lo otee (un Steven, un Peter... cómo la ves? :))
Pero decir que el fondo y la forma son magníficos, es redundante.

Hay frases impecables que te obligan a vivir las situaciones:


//el ardor en cada acento, la pausa agitada en cada coma. El silencio de muerte en cada punto y aparte.//
Viajaban en silencio, en la incomodidad de la mentira.//

entre otras.

Excelente !!

ABRAZO INMENSO

SIL

Nicotina dijo...

No se primo, esto es alucinante, así que voy a ser breve.. ES-PEC-TA-CU-LAR! Ansioso por el que sigue... Abrazo enorme...

Palabras Débiles: Después de leer esto, estoy pensando seriamente en abandonar mi Blog, siento que jamás podré darle vida a mis relatos como lo haces acá..

Netomancia dijo...

Doña Sil, estaría, caerle a Steven o a Peter con esta idea y decirles "vamos, que con esto ganan el Oscar, con esto ganan" jaja. Muchas gracias por el comentario! Espero que sigan siendo re genial en las dos partes que faltan! Saludos!!!!

Nico, aluciná pero no dejes tu blog salame jaja. Te mando un abrazo y gracias por tus palabras!!!!

mariarosa dijo...

Cada ves más complicada la trama. No le veo la punta a la madeja. Bueno, si la viera no sería una buena historia, en el misterio esta la clave.
Te sigo.

mariarosa

HUMO dijo...

Esta bueno esto de ir por partes como Jack el destripador, vale la pena seguirte y leerte :)
Pero hace tiempo dejé de comerme las uñas, no me podés dejar asi sufriendo sin un final...
Me tenés atada a la silla!

=) HUMO

Nicotina dijo...

Jamás lo dejaré primaso, eran "Palabras Débiles" como te dije.. Jaaaaa! Es muy bueno esto loco, me encantaría saber en que andas en este momento para escribir semejante cosa! Tenemos que juntarnos pronto y tener una charla como nunca hemos tenido, acompañada de cervezas y manice', jaaaa! Un abrazo grande vieja!

Juan Pez dijo...

jajaja que genio sergio!! no sabes cuanto me alegra lo que sucedio! :D
que buena onda!
abrazo grande nene.


Pez

Netomancia dijo...

Doña Mariarosa, muchas gracias. Con la tercera las cosas se aclaran bastante. Saludos!

Doña Humo, no se preocupe, que a diferencia de Jack acá no sale cortada. Bueno, no siempre. Saludos!!!

Mr. Brownie, ese plan me encanta: charla, cerveza y maniceeee (si son los cerveceros, mejor)! Un abrazo y gracias!!!

Señor Pez! Si, don Alvarez un maestro. Flor de regalo el del Sr. Ruiz! Abrazo!