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24 de julio de 2010

Retrato de un buen asesino

Hay dos clases de asesinos, los buenos y los malos. Pero en realidad ser bueno o malo no es la diferencia. Sino la limpieza en la ejecución. Esto lleva a una contrariedad. Por ejemplo, el caso de Wenceslao Horton.
Este uruguayo amante del candombe y las empanadas de carne es un caso de estudio entre los asesinos. Su estilo perfeccionista hizo que se retirara de la profesión con una sola muerte. Por supuesto, está catalogado como un "mal" asesino.
Sin embargo es acertado señalar que esa única muerte, fue ejecutada a la perfección, con un tiro preciso al corazón a doscientos metros de distancia, sin dejar una sola huella en el lugar, ni pistas alrededor, además de ocultar el arma de tal forma que los criminólogos jamás pudieron determinar cuál había sido la misma.
¿Entonces Wenceslao, que en su única ejecución fue ciento por cuento eficaz, es un mal asesino? Las voces que se aferran a esa idea argumentan que no es válido contar solo aquella tarea en la que llegó a oprimir el gatillo, porque en realidad a Horton se lo contrató muchas otras veces y debido a su detallismo al extremo, no terminó sus encargos, devolviendo, eso si, el dinero que se le había adelantado en cada caso.
Su determinación era tan poderosa, que podía convencer a cualquiera de sus "patrones" que la muerte solicitada no se justificaba y de esa manera, el pedido que no llevaba a cabo por cuestiones que podrían llamarse de forma, quedaba en la nada, olvidado y no volvía a ser encargado. Por lo tanto, los que aseguran que fue un gran asesino, señalan esta particularidad y encabezan por dicho camino la férrea defensa de Horton.
Se esgrime así que lo que importa no es la cantidad, sino la calidad. Por supuesto, como toda idea, tiene sus detractores. Nadie puede negar que Guillermo "Willy" Ferrarasi tiene en su haber tres mil quinientos doce muertes, incluídas las treinta que se llevó con una sola granada por equivocación, al caérsele la misma de su pantalón sin el seguro dentro del vagón de tren en el que viajaba. Astuto, saltó a tiempo por la ventana.
Sin embargo, Ferrarasi es un animal. No solo extermina sus objetivos, sino que también los de otros asesinos. De esta manera ha arruinado muchas estadísticas. Tantas como enemigos se ha forjado. Pero no podemos colocar al "Willy" como ejemplo alguno, ni siquiera de lo que está mal.
Asesinos de renombre son los hermanos Thompson, el "Negro" Rubio, el almirante Randazzo, el chino Pong y la dulce como letal Angelita de Fernández, viuda de Sterling, el inglés del que se enamoró en su segundo trabajo. Cabe destacar que debía matar al viejo Sterling, pero la codicia fue mucho para ella. Unos meses después, ya casada y anexada al testamento, recibió una segunda oferta por la cabeza del viejo millonario y se lo llevó a la tumba en la cama, en un asesinato que hasta el día de hoy se recuerda, por lo disimulado y original, sin contar además los detalles que la propia Angelita ha narrado de aquella fatídica noche sobre el sommier del viejo.
Pero ninguno de ellos tiene el porcentaje de eficiacia de Wenceslao. Y eso nadie me lo puede discutir. Uno de uno. Ciento por ciento efectividad. El hecho que haya descartado los demás encargos habla, a mi criterio, bien de Horton. A veces el asesino toma el trabajo por el dinero, sin medir consecuencias. Esto ha llevado a más de uno a encontrarse en situaciones complejas o peor aún, no solo expuestos al fracaso, sino también a ser atrapados por la ley.
En cambio lo de Horton era un arte. El uruguayo se tomaba el laborioso trabajo de estudiar a su víctima durante días, que a veces se transformaban en semanas e incluso meses. El seguimiento era puntilloso. Horarios, comidas, vestimentas, lugares, mujeres, amigos, conocidos, propinas. Llegaba incluso a saber, en los casos de los hombres, los sobrenombres que algunas prostitutas les decían al oído en la intimidad de un motel en las afueras de la ciudad. Detallista, si vale el adjetivo como sinónimo de perfeccionista. Así era Horton. Y cuando estos datos no lo convencían, cuando no veía una obra en lo que estaba haciendo, desistía, convenciendo al demandante con los datos que poseía, de abandonar la empresa, elevar los ojos hacia otra parte y dejar de lado los rencores pasados.
Así era él. Esa fama antecedía sus pasos, ganando admiración de algunos y repudio de otros. Como les decía en un principio, hay asesinos buenos y asesinos malos. Siempre pensé en Wenceslao como uno de los buenos. Y en mí, como en uno de los malos. Sin embargo, alimentando esta paradoja existencial entre los de nuestra clase, decidí a dar el siguiente paso.
Tendrían que haber visto mi rostro de asombro y consternación sumándose a los de los demás presentes en el bar de Tito, ese antro sucio y bullicioso en los confines de la ciudad donde a diario compartimos charlas, comidas, tragos y partidas de truco entre los asesinos. Mi rostro en una mueca de horror, mientras Wenceslao, ya entrado en años, se oprimía el pecho con desesperación a la vez que se retorcía sobre sus piernas, sus venas hinchándose y la palidez habitual de su piel se tornaba violácea, casi como en erupción.
Tirado sobre los viejos tablones de madera del suelo sin barrer, cuán largo era, reposaba sin vida el perfeccionista Horton, observado por sus pares que aún no salían del asombro ante su fulminante muerte.
Fue el instante siguiente, aquel que comenzó tras el último estertor del uruguayo, el crucial de esa noche, cuando las miradas de los presentes se cruzaron con un signo de interrogación gigante, preguntando sin voz quién de todos había sido el ejecutor de Wenceslao. El silencio fue la única respuesta. Bueno o malo, allí estaba Horton sin vida, aún sosteniendo en su mano derecha la empanada que lo había llevado a mejor vida.
Cuando aquella noche se consumía y los restos de Wenceslao ya habían sido cremados en el horno de la cocina para no dejar huellas de lo ocurrido (cómo a él le hubiese gustado, aventuró alguien en medio del proceso) el "Matraca" Martínez, cuchillero del sur con permiso en dos o tres barrios del este, me preguntó que pensaba.
Fui directo y hasta mesurado.
- Nadie está a salvo "Matraca", vos lo sabés bien. Miralo ahora al "yorugua", tanta perfección para terminar adentro de un horno. Para mi el tipo fue un grande, pero más grande es el que lo mató entre tantos asesinos sin ser descubierto. ¿No te parece? Pero esa muerte no aparecerá en ninguna estadística y sin embargo... ¿eh, no es así "Matraca"?
El "Matraca" me miró y asintió con un chistido, mientras con los labios se pasada de un extremo a otro de la boca el sucio escarbadiente que tenía en la comisura desde la tarde.
Amanecía cuando llegué a casa. Vacié en el retrete el arsénico que había quedado en el tarrito que llevaba en el bolsillo del saco y me tiré en la cama. Vaya salame este Wenceslao, tan perfeccionista y nunca investigar a sus colegas. Poco le hubiese costado averiguar que al único que había matado era a mi viejo. Pucha, pensar que de tanto estudiarlo, hasta le había tomado un poco de cariño... en fin, no hay buenos ni malos, lo que importa en definitiva, es la limpieza en la ejecución.

11 comentarios:

SIL dijo...

:O

Puede haber asesino perfecto...
pero crimen perfecto, NO.
Este tuvo gravísimo efecto colateral.
De todo lo que aquí he leído,
este relato es de los mejores.

EXCELENTE,
¡PERFECTO!

Abrazo Netituzz.

SIL

SIL dijo...

Che, sería interesante saber cuál cabo suelto será el que delate al protagonista :), basados en la idea férrea de que NO HAY crímenes sin error.
(será tu publicación de hoy, la que lo mande al frente ???)

:D

Anónimo dijo...

Asesinos... pues en concepto como tal como que todos son malos por el hecho de cometer actos tan maldosos.. pero bueno ya en una especificacion tan nitida del estilo de cada quien pues si definitivamente hay diferencias..y
wooooooww!!... pobre Wences!!!..
definitivamente lo hizo lo mejor que pudo y mira que fue perfecta, literal como se dice donde ponia el ojo ponia la bala! pero quien imaginaria semejante relacion??

un besote mi Neto!

bonito finde!

Anónimo dijo...

Los asesinos son unas personas maravillosas para el sistema, nos proporcionan petróleo y riqueza... ...

Con tinta violeta dijo...

Vaya, vaya. Nos hemos llevado una buena sorpresa!¡Arsénico! D. Neto es vd todo un clásico asesinando, ja. Muy bueno, tanto la factura como el hecho de quemarlo posteriormente...Suerte que no aparecieron los CSI...
Aunque yo creo que Wenceslao en su último instante murió pensando que le había salido un "buen" discípulo, ja,ja.
Besos!!!

mariarosa dijo...

Excelnte historia. De lo mejorcito que he leído últimamente. Nunca defrauda pasar por tu blog.

mariarosa

Netomancia dijo...

Doña Sil, muchas gracias. Esto del asesinato perfecto ha sido varias veces tomado por autores y en este caso es un pequeño homenaje a Enrique Anderson Imberth, ya que este cuento tiene algunos detalles que son un guiño a uno de sus relatos más destacados, justamente, sobre la idea de un asesinato perfecto. Ja y si, puede que esta narración lo mande al frente al asesino. En todo caso, me va a venir a buscar a mi para borrar la entrada jaja. Saludos!!

Sonia, que alegría verte por aquí otra vez. Los asesinos son seres particulares, como bien decís, son malos desde el concepto mismo. Aquí me he tomado algunas libertades sobre los conceptos de "mal" y "bien". Saludos!!

Don Jordim, podríamos enumerar más cosas, pero nos meten presos jaja. Saludos.

Doña Tinta, los CSI no habrían podido hacer nada, ni el cuerpo hubiesen encontrado. Gente profesional la del bar ja. Aunque por ahí les tendría fe a los de las Vegas, no así al amigo Horacio, que es pura cámara lenta. Al amigo Tayor le tengo simpatía por su otro "Taylor", el del teniente "Dan" de Forrest. Bueno, nos pusimos hablar de series! Jaja. Saludos y gracias.

Doña Maríarosa, muchas gracias, me alegra que le haya parecido así. En esta oportunidad sin hechos sobrenaturales, pero si con un muerte al menos garantizado jaja. Saludos!

Martha Barnes dijo...

Neto,me gusta mucho tu manera de relatar historias,tenés mucha chispa. cariños Martha

Netomancia dijo...

Martha, sus palabras son una inmensa alegría y me llenan de honor. Muchas gracias. Un placer tenerla como lectora. Desde mi lugar de lector, disfruto mucho su calidad de ilustradora. Saludos!

el oso dijo...

Se ve que el Wenceslao era un asesino del Horton (disculpe Neto, pero me era moralmente obligado).
Che, buenísimo el relato. Es peor saber que habrá un tiro en la oscuridad que ser fusilado en el paredón. Así son sus relatos.
Excelente.
Abrazo

Ah, y bue, compraremos las facturas y el asado si viene la termita microcafetística...

Netomancia dijo...

Don Oso, era como errar un gol abajo del arco, había que tirarse de palomita nomás, está disculpado jaja. Gracias por los conceptos!
Y si, con el tema caratulado "visita de la termita microcafetística" hay que andar con cuidado. Veremos si se da por aludido. Ja. Un abrazo!