Versión con fondo blanco, para ojos sensibles

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19 de febrero de 2010

La noche de Berenice

El diario lo decía claramente: presentarse a la medianoche para casting de película de terror. La selección se realizaría en un lugar muy llamativo, pero acorde al motivo de la cita. El cementerio.
Berenice no lo dudó y si bien tuvo que convencer a su novio durante una larga y excitante noche, para que la llevara en el auto, se tenía fe para lograr un papel en el film.
Llamó al bar donde trabajaba en horario nocturno y argumentando fiebre de casi cuarenta grados centígrados, se excusó de no ir. De todos modos no creía que una noche en la que no mostrara sus partes íntimas delante de desconocidos fuese un motivo para que la despidieran.
Por la tarde en el gimnasio le comentó a sus amigas el aviso del periódico. Algunas le objetaron que nadie publica avisos de esa manera, otras que se trataba de una broma y apenas una, Celeste, se alegró con sinceridad y le deseó buena suerte.
Todo parecía una sucesión de hechos felices, más allá de lo negativas que fueron la mayor parte de sus amigas. El aviso, que no le hicieran problemas en el trabajo, que su novio accediera a llevarla.
La tormenta empezó al atardecer, con un viento sur bastante fuerte y una lluvia torrencial. Temía que el mal tiempo suspendiera el casting.
Llamó al diario, pidió hablar con los responsables de los clasificados y esperó varios minutos hasta que gentilmente uno de los empleados tras varios "no sabría decirle" y su terca insistencia, se dignó a marcar el teléfono de contacto dejado para eventuales consultas y no publicado.
La boca se le iluminó en una sonrisa cuando el chico de los clasificados le confirmó que no se suspendía, según le habían informado. Agradeció, colgó y llamó a su novio.
"Llueve mucho" fue la contestación que recibió desde el otro lado de la línea. No lo podía creer, después de todo a lo que había accedido en la cama la noche anterior, ahora se echaba para atrás y la dejaba sin saber como ir. Le colgó con violencia, no sin antes decirle cuánto lo odiaba, además de que era un hijo de mil puta.
Quería llorar pero eso sería resignarse y ella no podía permitírselo, porque de una u otra forma, estaría en ese casting. Buscó la guía de teléfonos debajo de la cama y fue directo a la T.
Probó primero con la agencia de taxis que tenía el aviso más grande, destacándose por mucho a las demás. La línea daba ocupada. "Seguramente por la lluvia, tienen descolgado el maldito teléfono" pensaba mientras se mordía el labio inferior.
Intentó con dos más, con el mismo resultado.
La cuarta agencia, de llamativo nombre, "Martes 13", contestó de inmediato. Hizo la reserva, sin el menor problema. Respiró hondo, se tranquilizó. Sola en la habitación, lanzó al silencio una carcajada de loca. Bien se lo merecía, se dijo.
Faltaban dos horas y aún no había pensado que ponerse. Revolvió en el baúl de madera de su abuela, regalo de la madre el día que decidió ir a vivir sola al centro, y encontró un vestido negro, ajustado y con un buen escote. ¡Perfecto! exclamó.
Se lo probó. Le quedaba infartante. Se miró de un lado, del otro. Encorvó un poco la columna para ver como le quedaba la cola. Estaba fantástica, sensual, encantadora. Se lo estaba quitando en el momento que enganchó la tela con un clavo oxidado del closet que no usaba. Se oyó un sonido cortante y supo de inmediato que había arruinado el vestido.
Se arrojó desnuda sobre la cama, mordiendo las sábanas con rabia y pataleando de la bronca. No quería llorar, no quería rendirse. Se levantó, puso a andar sus piernas y en dos trancos llegó de nuevo al baúl. Otra cosa tenía que haber. Una luz proveniente de la ventana la distrajo un segundo, pensó primero en un relámpago pero luego al observar por el vidrio vio que era un adolescente del edificio contiguo, que le acababa de sacar una fotografía estando ella desnuda.
Bajó la persiana lo más rápido que pudo, sin embargo pudo ver la felicidad del muchacho en el balcón del otro edificio. Deseaba tener el tiempo para vestirse, bajar, buscar el piso correcto, hablar con los padres del adolescente e insultarlos si era posible... pero no tenía tiempo.
Hurgó entre sus ropas un buen tiempo. Desechó mil combinaciones hasta que finalmente, más urgida por la hora que convencida por el vestido, resolvió ponerse uno rojo, que su madre le había obsequiado la última Navidad.
Alcanzó a maquillarse justo a tiempo que le tocaban el portero eléctrico. Había llegado el taxi. Se fue colocando los zapatos mientras bajaba por las escaleras, dado que el ascensor no funcionaba desde hacía dos días.
Terminó de calzarse el pie derecho y al bajarlo, quebró el tacón. Ya estaba casi llegando a la puerta, podía ver el taxi esperando bajo el diluvio que arreciaba sobre la ciudad. Ahogando un grito de furia, abrió la puerta y rengueando a causa del tacón roto, entró al coche.
Le dio la dirección al taxista. Era de los que no paraban de hablar. Del tiempo, de la lluvia, de que la última vez que llovió le chocaron el otro coche, que el oculista era un mentiroso y que lo único que pretendía era hacerle gastar dinero en unos lentes que seguro le vendería un óptico amigo que...
Un chirrido infernal, ella pensó que pasaría al asiento de adelante, pero el cinturón de seguridad la devolvió contra el respaldo. El taxi había frenado de golpe, a centímetros del camión recolector de residuos, que estaba en ese momento cruzando una avenida. Discusiones de ventanilla a ventanilla, insultos, malas palabras, un gato negro que aprovechó para subirse al maletero y mirarla a los ojos a través del vidrio mojado. Por fin volvió a arrancar.
No quería mirar para delante. Enfocó su atención al paisaje abstracto que le ofrecía su ventanilla empañada por dentro y bañada en agua por fuera. El conductor no volvió a abrir la boca, aunque refunfuñaba por lo bajo.
Pudo notar que salían de la ciudad, el paisaje lateral se volvía cada vez más repetitivo y oscuro, el número de vehículos que cruzaban por la ruta era menor, la noche se cerraba aún más golpeando el coche con ráfagas salvajes que parecían querer despistarlos del camino. El limpia parabrisas trabajaba denodadamente y por momentos se veía superado por la copiosa lluvia. Creyó que el sonido constante y rítmico de la goma sobre el vidrio la iba a volver loca.
"Estamos llegando" anunció el taxista, callado desde hacía más de media hora. Pereció caer entonces en la cuenta que la dirección coincidía con la ubicación del cementerio. "¿Señorita, pretende que entre al cementerio con una noche así?" le preguntó como quien ya da por sentada la respuesta sin necesidad de esperarla.
Berenice no sabía que decirle, quería bajar de ese taxi lo antes posible, pero si descendía en la entrada del cementerio, tendría que caminar hasta vaya saber donde, porque no sabía con exactitud donde hacían el casting.
Discutieron, pero salió ganando el taxista. Mentalmente ella se dijo no llamar más a esa agencia, no importaba que fuese la única que trabajara en medio de la lluvia, ahora veía la razón.
Llovía torrencialmente cuando vio las luces del taxi completar el giro en U y emprender el camino de retorno. Quedó bajo el cobijo de un rompevientos y el alero de la entrada. Buscó con la mirada algún indicio que le revelara el lugar donde hacían el casting. El agua estaba fría y por más protegida que estuviera, el viento llevaba la lluvia a su merced y a esa altura estaba toda mojada.
Sin pensarlo dos veces, se sacó los zapatos y corrió hacia la enorme puerta de entrada. Sus pies se enterraron en el lodo pero más que maldecir para si misma no hizo. Siguió corriendo a la espera de algún lugar iluminado. Si mal no recordaba, las oficinas quedaban a la izquierda y a la derecha había una pequeña capilla.
Fue hacia la izquierda. Un poderoso trueno estalló en el aire y a los pocos segundos un relámpago (y ahora si era un relámpago) cruzó el cielo, pintando todo de blanco por un instante. En ese palidecer de la noche, frente a sus ojos se dibujó el contorno oscuro de la capilla. Las oficinas estaban para el otro lado.
Entre el viento y el agua, perdió la orientación. El suelo de baldosas se convirtió pronto en un manto esponjoso de pasto y agua. ¿Hacia donde estaba yendo? No tenia la menor idea. La lluvia había invadido todos sus sentidos. Se sentía mareada y le dolía el estómago. De pronto sus rodillas golpearon con dureza una pared y voló por encima de ésta, cayendo a todo lo largo que su cuerpo.
Solo cuando abrió los ojos comprendió que había tropezado con una lápida. Tanteó con las manos y supo que estaba sobre un ramo de flores. Quiso ponerse de pie, pero las rodillas le temblaron y volvió a caer. Observó atónita como la sangre corría por sus piernas, mientras la lluvia la iba lavando. En cada una de sus rodillas tenía un corte profundo, de los cuales no dejaba de sangrar.
Ahora estaba llorando, pero no podía notarlo. Ni siquiera oía su propio llanto. Aterrorizada gritó pidiendo auxilio. Su brazo y su mano derecha, sobre el cual tenía apoyado todo el cuerpo, cedió en el terreno y se enterró en el barro. Quedó casi besando el agua sobre la tierra. Buscó sacar el brazo, pero no podía. Había caído sobre una tumba reciente y la tierra que cubría el ataúd estaba cediendo.
Sintió como descendía el nivel del suelo y el agua se agolpaba para abalanzarse sobre ella, como si estuviese en un foso. La tumba se estaba convirtiendo en uno y ella estaba atrapada sin poder escapar.
Luchó, pero cada movimiento la enterraba más. Al gritar de nuevo, se le metió en la boca agua y barro. Comenzó a toser, pero no podía escupir. Se estaba ahogando. Su mano derecha hizo tope con algo duro. Lo supo al instante y por su mente se cruzaron las más horribles pesadillas. Era el ataúd
La lluvia aceleró sus fuerzas y caía en forma de diluvio. El agua ya estaba a la altura de su boca. Buscó desprenderse por última vez de esa trampa mortal, luchando contra la tierra que la tenía prisionera, el agua que había penetrado en sus pulmones y el oxígeno que no llegaba al cerebro. Dio batalla, no se rindió, pero finalmente cedió.
Por la mañana encontraron su cuerpo, totalmente desnudo, con tan solo un zapato puesto. El color blanquecino de la muerte invadía cada centímetro de su piel. La sangre había sido lavada por la lluvia. En la mano tenía el recorte de diario que la había llevado hasta aquel lugar.
Uno de los productores de la película, enterado de lo sucedido se acercó para hablar con la policía. Nunca llegaron a verla, explicó. Ellos estaban en las oficinas. Coincidió con el oficial que lo estaba interrogando que era una verdadera pena. Y al verla allí tirada, sin vida, supo que actoralmente también era una tragedia. Pocas veces había visto una escena en la que un cadáver resaltara con tanta elegancia en un paisaje tan nefasto como en el que se encontraban.
Cuando levantaron el cuerpo para trasladarlo a la morgue notaron el ataúd a la vista, con la tapa corrida unos pocos centímetros.
Por el espacio abierto, si bien angosto, sobresalían estiradas hacia la joven, las cadavéricas manos del dueño de la tumba.

15 comentarios:

Maga h dijo...

DON NETOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!

¿Puede avisar en que tipo de lectura uno se mete a estas horas de la noche y cuando afuera la lluvia y la tormenta no tienen piedad?
No estoy ni cerca de un cementerio, y le agrego que me alegra estar lo mas lejos posible.
Mucho mas después de leerlo.

Como siempre, muy bueno!

Un abrazo grande

SIL dijo...

Lindo cuentito para esta noche de lluvia, che...

Pobre chica, pero quién la manda (diría mi abuela) a subirse a un taxi de la Agencia MARTES 13 !!! ???
:O
Bien, no le podía ir, definitivamente.
Pero, nene !!
te hubieras podido ahorrar los últimos dos párrafos...


Genial, Netuzz !

Abrazo inmenso.

SIL

el oso dijo...

¡¡Mortal, Neto!!

Es como que uno tiene ganas de decirle a la piba que no vaya, que no sea tonta. Aunque sabe, que no hay remedio, se encamina hacia su propia tumba. (Como todos...)
¡Abrazo, capo!

Anónimo dijo...

Sucede como en algunas películas. Aquellas en que la protagonista se levanta por la noche y sale al jardín a pasear cuando el espectador sabe que fuera está el asesino y uno piensa no salgas, no salgas que él está ahí. Un texto magnifico por su ritmo y por la inevitable implicación del lector. Un saludo

Con tinta violeta dijo...

Genial querido Neto, como de costumbre. Es una verdadera agonía la del lector, que va viendo como va todo de mal en peor. Todos sabíamos que terminaría mal...pero ¡que horror que los brazos del muerto tirasen de ella hacia abajo!...aunque, bien pensado...hasta los "fiambres" tienen derecho a tener alguna "alegría" ¿no?.Escalofriante.
Besos.
Paloma.
PD: aquí no llueve...pero sopla el cierzo, así que uno se ambienta igual de bien.

Viviana dijo...

Espectacular, Neto!
Allan Poe un poroto. Aguante el Neto!
Especial para leer en una noche lluviosa. Me encantó.
Un abrazo

Netomancia dijo...

Doña Magah, no me va a decir que se asustó, por favor... ja. La próxima que publique algo así, lo hago a las dos de la tarde y en un día con sol, lo prometo! Gracias! Saludos!

Doña Sil, noooo, esos dos últimos párrafos confirman la teoría de que si todo va mal, aún hay tiempo para estar peor! Ja. Un abrazo!

Don Oso, tal cual, pero uno sabe que la protagonista va a seguir, porque es su deber como tal ser el eje del relato y la tragedia jaja. Un abrazo!

Don Luis, es justo eso, esa escena que si bien es reiterada, no deja de estremecernos. Uno pide a gritos mentalmente que no lo haga, que no salga, pero sabe también que debe ser así. Saludos!

Doña Tinta, le juro que cuando lo escribí no llovía y que es una macabra coincidencia que haya llovido aquí cuando salió a la luz ja. Muchas gracias! Saludos!

Doña Viviana, muchas gracias! Mientras lo lea solo en una noche de lluvia y no quiera además hacerlo en un cementerio, todo bien jaja. Saludos!

Patricia González Palacios dijo...

Me muero con una noche así, y eso que desde chiquita me enseñaron a no ser miedosa, cuanta imaginación!!, cariños paty

Anónimo dijo...

en serio neto,.. no has pensado en hacer un guion de peli?... porque de verdad que tu escribes tal cual, haces que uno vaya imaginando cada cuadro!

me encantas, lo dig y lo confirmo cada vez!

un abrazote y pasate buenas vacas, yo ando en las mismas, pero mepase a leerte porque eres de ley!

abrazote y bechis

Anónimo dijo...

jojojo pedazo de nochecita no?
felices vacaciones amigazo!

mariarosa dijo...

¡¡Buenísimo!!
De terror, muy bien escrito y con un argumento que pone los pelos de punta.

¡¡¡Me gustó!!!


mariarosa

Martín Gardella dijo...

Terrorífico! me encantó. Espero que disfrutes esas merecidísimas vacaciones. Saludos

Mannelig dijo...

Iba leyendo y me preguntaba a mí mismo: ¿pero qué hago? ¿Me río con el vestido, el tacón, el martes trece, el gato negro...? (Una risa de científico loco en noche de tormenta, evidentemente). Cuando noté que el pelo empezaba a erizárseme, poco a poco...

Netomancia dijo...

Gracias por la lectura y comentario doña Patricia, doña Sonia, don Diego, Maríarosa, Martín y Sir Mannelig!

Rodney Alcalá dijo...

Especial para una escena de cine! Brutal cuento te felicito neto! Cuanto talento para escribir!