Versión con fondo blanco, para ojos sensibles

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24 de febrero de 2009

Cuando la muerte es de otro

Estoy seguro que hay algo detrás de la roca
Y que se esconde un cielo en aquella nube
Como crece lento, pero crece, un ideal
En la mente de aquel joven atento que sube

Desde mi banco todo lo veo sin creerlo
Porque mientras el mundo se fragmenta y derrumba
Reconozco que no son más que mis sueños
Escapando del oscuro diapasón que suena en mi tumba

Y si del aire disfruto, en aquella plaza sin vida
Es porque aún me permito que a mi el llanto acuda
Viendo el cortejo marchar escaleras arriba
En tanto la esperanza por la tristeza se desnuda

23 de febrero de 2009

Fragmentos

Tan solo somos esquirlas en una guerra perdida.

21 de febrero de 2009

Pretensioso

¡Quién no ha querido alguna vez tocar una estrella! Entonces me hice astronauta y lo conseguí, pero no es nada del otro mundo. Una cosa gigante, caliente, distante, olvidada por algún Dios en alguna era remota.
¡Quién no ha soñado con vivir eternamente! Me hice explorador, descifré los misterios sin resolver de la historia humana y encontré la fuente de la eterna juventud. Pero uno no se vuelve joven por siempre, sino que sufre achaques, enfermedades, pero no muere. El dolor, el sufrimiento, no se quitan.
He convertido en realidad miles de anhelos. Sin embargo, hay algo que me gustaría y que no he podido aún: tocar el alma de alguien.
Por ese motivo me he convertido en un despiadado asesino y vigilo las callejuelas cuando la noche cae, en busca de una nueva víctima. Ansioso como un niño, aguardo el momento en el que el alma de alguno de mis muertos se deje ver al abandonar el cuerpo.

16 de febrero de 2009

La cruz que envenena

Inquebrantable, la locura, se cierne sobre sus días, bastión ineludible de pálidos atardeceres, en los que, encaminado a morir, sin embargo sobrevive.
La luna que lo acoge, viste de carmesí sus sueños, tiñe de oscuridad sus pesadillas y hiere con saña embebida en furia sus noches de insomnio.
El amanecer es un alarido de odio a todo lo conocido, un escapismo a la verdad que lo asecha, el dolor de saberse nuevamente empujado al viaje de cada día, de riscos y tedio, pedregoso y sucio, de aguja y sustancia.
Adicto a la muerte, acude entonces a los caminos que la conducen, como perro persigue a su amo, como moribundo a su tumba.

12 de febrero de 2009

Reflexión para la hora del llanto

Si alguna vez me pusiera a pensar que cuando te saludo, puede ser el último saludo, que cuando conversamos puede ser la última vez que escuche tu voz, si tan solo me pusiera a reflexionar... no dejaría jamás de hablar contigo.
Sufro en silencio, a la distancia, sin poder contar las horas, sin más lágrimas por derramar.
Me aferro a tu voz, a tus ganas, a tus fuerzas. Me aferro a tu corazón, dejando el mío en el esfuerzo.

10 de febrero de 2009

En el tercero C

Oprimía con furia el timbre del portero eléctrico mientras se preguntaba qué pecado escondía debajo de esa imagen angelical, de esa pureza maquillada, de tantas mentiras disfrazadas de verdades.
No le contestó. Llamó de nuevo, maldijo y volvió a llamar. El portero, que lo conocía de tantas veces que lo había visto entrar al edificio en medio de una discusión, se apiadó de su figura recortada contra la lluvia de la calle, y le abrió.
Subió presuroso las escaleras, porque no tenía paciencia para esperar el ascensor. Llegó al tercero C. Respiró hondo, se miró las zapatillas desatadas y dudó por un instante si atarse los cordones o no.
Demoraba el momento, era consciente de ello. Sabía que su piel estaba sudando. Volvió a tomar aire y exhalarlo. Se tocó la cintura, del lado derecho. Si, allí estaba, fría incluso debajo de la remera. La .38 de su padre.
Golpeó la puerta. Los dos primeros toc fueron débiles, tímidos. Los últimos cuatro, hirientes, impacientes. No le abrió. Decidido, sujetó el picaporte, lo giró y la puerta cedió. Estaba sin llave.
La imagen fue impactante. Los muebles desparramados, copas y platos arrojados con bronca contra los rincones, las paredes rociadas de sangre. En el dormitorio, un torso decapitado descansaba cruelmente sobre sábanas teñidas de rojo. No se preocupó en buscar la cabeza. Quizás el amante despechado que le había ganado de mano la había tomado como premio.
Se retiró en silencio, pero sonriendo y feliz de no haber tenido que usar el arma. Tarde se había dado cuenta que no la había cargado.

6 de febrero de 2009

Secretos olvidados

Dentro de cada hombre se esconden secretos. Es difícil hurgar en ellos, las revelaciones no suelen ser bienvenidas. El secreto es inexpugnable para los demás.
El Dr. Harsen aborrecía todo ello. Pero creyó tener la respuesta. Sacó un aviso en el diario y por algunos dólares por cabeza tuvo más de mil voluntarios.
Les colocó en la cabeza transmisores conectados a su computadora. En cada uno de los casos, los hombres se desplomaron en estado de coma.
Descubiertas las fallidas pruebas, Harsen fue apresado y condenado a perpetuidad. Los semi cadáveres fueron internados, pero ninguno logró recuperarse jamás.
La computadora yace en un depósito policial.
Dentro, muy dentro del procesador del equipo mil almas pugnan por escapar. De vez en cuando logran encender los leds de la máquina, pero nadie los ve. La computadora está dentro de una caja, bien al fondo, olvidada por todos.

4 de febrero de 2009

El regreso

Fue como un sueño, hasta que comencé a despertar. Era como si la oscuridad me hubiese invadido. La noche sumió al día en la penumbra y el cielo se cubrió de extraños seres alados, que a cada batir de alas desprendían chillidos tan agudos como terroríficos.
El firme terreno que hasta entonces pisaba se convirtió de repente en un pantano de dudosa espesura. Fue en vano escapar, me hundía, caía en él. Logré asirme de unas ramas secas que luego descubrí, era huesos de humanos en descomposición.
El olor... no puedo describirlo. Me cuesta encontrar palabras para ello. Parecía estar vivo. El olor jugaba conmigo, se divertía haciéndome recordar cosas buenas para luego mostrarme el rostro fétido de la muerte.
En medio de la nada, no estaba sola. Curiosos sonidos delataban la presencia de siniestras figuras ocultas en la viscosidad del anominato. No había estrellas, ni luna, no había horizonte ni certezas.
Vagué a oscuras durante noches y noches, cayendo de rodillas de vez en cuando, pero incorporándome antes que los seres ocultos me alcanzaran. Caminé en círculos supongo, porque siempre caía en el mismo lodo y me asía a los mismos huesos. Escapé mil veces de las mismas figuras y me estremecí ante los mismos sonidos.
Fui presa del pánico y rehén de la locura durante una eternidad. Hasta que desperté.
Pareció como si en el cielo se abriera una grieta y que desde allí se filtrara un pequeño haz de luz, tan pequeño que parecía una ilusión. Pero se ensanchó de a poco y de pronto, tras un manto nebuloso, me di cuenta que veía y que ya no quedaban rastros de las diabólicas aves.
Me sonrió un rostro conocido, como de otra vida, tan familiar para mi que me dolió en el corazón no reconocerlo. Una mano tomó la mía y sintiendo su calor, supe que me daba fuerzas.
- Corazón - me dijo con voz dulce y emocionada, casi al borde del llanto - bienvenida de nuevo, ya todo quedará atrás y vas a estar bien. Vas a ver.
Y por más que le creí y me sentí mejor, no supe de lo que me hablaba.