Versión con fondo blanco, para ojos sensibles

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27 de diciembre de 2008

Una sola copa en la mesa vacía

Champaña sola y un pétalo de más,
en una flor olvidada por un jardinero poco fiel.
Recuerdos ingratos a la hora de brindar,
por la vida pagana, el deseo y la soledad.
Miradas ciegas por culpa de festejar
la salida de un año que no da para más.

Artificio en el aire, penumbra de navidad
Colores apagados, esta vez sin tintinear
La noche perdida por la vanidad
y el desenfreno medido, las ganas de gritar
Un grito silencioso de la más pura piedad
Para esa vida agobiada, cargada de culpabilidad

Y cuando las doce dan, las campanas suenan
pero no traen alegría, ni dicha próspera de año nuevo
se acabó la risa, hace rato, se acabó el juego
el manto echado sobre la piedra, donde lágrimas ruedan
El ayer terminó, comienza el hoy, comienza la nada
El estar parado donde ya se estuvo, tristeza sopesada.

Y cuando las doce dan, se va un año, se va la vida
Se va donde nadie la quiere, todos la olvidan
El niño sale a llorar y nadie enjuaga su llanto
Es que el niño es grande y ha quedado a la deriva
Es por culpa de crecer y creer en vano
Que el día es día y la noche, tan solo un cuento.

23 de diciembre de 2008

Festejos ajenos

Acá no hay nieve, acá no llega Santa Claus.
No hay chimeneas encendidas ni medias rojas rellenas de caramelos.
Las casas no están decoradas con luces brillantes que titilan como guiños en el aire.
Y no hay muérdagos bajo los cuales besarse a medianoche.
Acá no hay nada de eso.
En este callejón solo retumban, a lo lejos, fuegos ajenos, mientras la humedad se filtra entre las ropas de quienes, con tan solo pan duro y resignación vivimos los días de la humillación de no ser más que lo que somos y saber, con seguridad, que no seremos jamás, algo más.
Y entre sombras y dolor, soledad y desamparo, el mundo nos rodea sin abrazarnos y la felicidad pasa sin vernos.
Es nuestra historia y a nadie le importa.

22 de diciembre de 2008

Con qué cuento venís

Qué me van a contar a mí de lo caras que están las cosas! Qué me vienen a llorarme la carta los patrones de qué no pueden dar aumentos ni cajas navideñas ni nada de nada porque no hay dinero!
Pero qué me vienen a mi con esos cuentos, de miyaduras y pobrezas, cuando la palpo en el aire.
Si el otro día nomás quise suicidarme y fui a comprar gilletes; llegué a la caja y me dijeron cuánto salían! Me quise morir! No las compré, por supuesto! Me fue indignado por no poder ni siquiera matarme sin ser antes estafado.
Qué me van a contar a mí...